ZLA 3750 parte de buscar proveer a cada unidad con su correspondiente acceso al exterior, a la luz, y poder extender los espacios de vivienda al ambiente. Pensando en usuarios jóvenes, en el creciente barrio de Chacarita, el proyecto aprovecha su proximidad al ambiente urbano para dar lugar a usuarios que busquen un respiro de la ciudad. El edificio se relaciona con su entorno adoptando la misma materialidad, replicando una fachada de ladrillos, y abriendo un espacio en conexión con la calle para un café que integre al mismo con la vida urbana.
El edificio, de 2330 m2 construidos, cuenta con una unidad en planta baja que cuenta con patio privado, personal, que se conecta con lo verde. Sobre esta, cada planta cuenta con una propia expansión de sus áreas comunes, abriendo paso a gran cantidad de luz natural que invade los espacios, creando atmósferas cálidas en medio de la ciudad. Con unidades interiores que cuentan con divisiones corredizas, se plantea la posibilidad de abrir las mismas y crear un espacio libre, permeable, inundado de luz. Esto se complementa con materiales claros, en colores agradables, que arman una atmósfera liviana y juvenil.

El remate del edificio se compone de un espacio de uso colectivo, con una privilegiada visual por sobre la ciudad y el barrio, distribuida para el uso de sus usuarios. El edificio propone el uso de este espacio como respiro de la vida cotidiana, conectando en altura con la ciudad. Completando con un techo verde, el edificio plantea una vida conectada con el exterior, vinculando a sus usuarios con la naturaleza y el ambiente.

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Hotel Malabia nace en el popular barrio de Palermo, zona neurálgica de actividades culturales y sociales. En una zona de tanto intercambio, de conexión y de socialización, el edificio busca replicar el humor del barrio con su morfología.

Con una fachada en escorzo, respondiendo a la diagonalidad de la calle, arma una profundidad en sus balcones, creando también un juego de luces en ella, y posibilitando una expansión a las unidades. En planta baja se abre un café y zona común, disponible para los turistas que se alojen en el hotel, conectando a quienes lo visiten con la vida del barrio y dejándoles habitar la calle. Por dentro, el edificio plantea un gran patio común, en desnivel, con múltiples mesas de reunión para los usuarios. Las unidades de habitación se vuelcan a él, abriéndose a la luz y a la ventilación natural. Además, se abre zona de piscina y solárium en la parte más privada del hotel, dando a sus visitantes la posibilidad de descansar después de largos días de visitar la Ciudad de Buenos Aires.

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